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domingo, 23 de enero de 2011

Ópera en la charca


Príncipe de los Mirlos


Con trompetas, los narcisos,
anunciaron un gran baile
y de danzas de vilanos
se inundó todo aquel aire.

Se llenó el cielo de velos,
y las ramas de bengalas
y faroles de agujeros
con polillas que asomaban.

Se cubrieron los senderos
con alfombras de oro y gasa
y butacas de hojas verdes
del fulgor de haya sagrada.

El río guardó silencio,
se calzó musgo en sus aguas.
Las arañas y cigarras
también llegaron descalzas.

Fue entonces cuando una sombra
tiñó de púrpura el bosque.
Sonaron violas y tubas
clavicordios y tambores.

Y el Príncipe de los Mirlos,
el señor de aquel paraje,
esparce con su elegancia
reverencias para el baile.